Cieno

- "Nunca más volví a tener amigos como los que tuve a los doce años. Cielos, ¿acaso alguien sí?". con esta frase terminaba una de las películas más entrañables de la historia del cine, "Cuenta conmigo" basada en la novela "El cuerpo" de Stephen King.

- Una película inolvidable.

- Porque inolvidables son los recuerdos de la infancia, nos acompañan el resto de la vida.

- Entonces no nos conocíamos.

- Pero ya sabía que quería a alguien como tú a mi lado. Alguien con quien poder ser esa niña que era cuando tenía doce años y subía al desván en la casa de mis padres, con mis amigas, y bajo la tenue luz de una vieja lámpara leíamos las rimas y leyendas de Bécquer.

"Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz apagada y doliente."

Beatríz había enviado a Alonso en busca de su banda azul, al Monte de las Ánimas, la noche de difuntos, como prueba de su amor y valentía, pero Alonso no regresaba.

Leíamos el relato casi susurrando, escuchando los sonidos a nuestro alrededor, era de noche y nos mirábamos unas a otras sabiendo que jugábamos a compartir nuestro miedo y con ese juego, vencerlo.

"Y cerrando los ojos intentó dormir...; pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso."

Nos sentíamos como Beatriz, pero no estábamos solas y eso nos daba la fuerza para continuar.

"Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y arrebujándose en la ropa que la cubría escondió la cabeza y contuvo el aliento."

¿Quién ha entrado en la habitación? nos preguntábamos atemorizadas, tratando de romper la tensión, y nos callábamos entre risas nerviosas para continuar la historia.

"Al fin despuntó la aurora; vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal decoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que perdiera en el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso."

Allí estaba el desenlace, el terrible final, la muerte que en nuestros pensamientos repletos de vida y juventud, no tenía cabida.

"Cuando sus servidores llegaron despavoridos a noticiarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que a la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada, asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros: muerta, ¡muerta de horror!"

Como si hubiésemos asistido al terrible desenlace se hizo el silencio, algo había cambiado, compartimos el miedo, compartimos el deseo de vencerlo juntas, allí estaba el final de la historia y nosotras lo habíamos superado. La muerte se había hecho presente y nos habíamos enfrentado a ella.

Pero tras el imaginario relato de terror, unas páginas más allá, descubrimos cómo seguiría siempre presente, tan terrible y real.

"¿Vuelve el polvo al polvo? ¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia, podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo que explicar no puedo,
que al par nos infunde repugnancia y duelo,
al dejar tan tristes, tan solos los muertos!"

Y habiendo aprendido algo más de nuestra amistad, bajamos del desván. 
Cruzamos entre las sombras, sin hacer ruido, era tarde y los demás dormían, nos despedimos en la puerta que prometí no cerrar hasta que se alejaran y dejara de verlas.

Así lo hice, pero aún sigo viéndolas como eran entonces, llenas de vida y valentía, iniciando el viaje de nuestras vidas, bajo la tenue luz de la lámpara.

- Elisenda, no sé cual es la palabra de hoy, pero vaya tela.

- Ha sido leerla y recordar aquella noche.

Enlaces:
Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, El Monte de las Ánimas 
Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, Rima LXXIII
IMDb, Cuenta conmigo (1986) 

Palabra del día:
cieno
Del lat. caenum.
1. m. Lodo blando que forma depósito en ríos, y sobre todo en lagunas o en sitios bajos y húmedos.
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